martes, 29 de enero de 2008
De relojes y relójicos
Ensueños...
La lucha armada contra las polillas
miércoles, 16 de enero de 2008
Y la gravedad cesó...
"Ella no se transportaba, elegía flotar en el aire como la primer hoja elige caer en otoño"
Todo cambió cuando llamaron a una experta, ella venía de un pequeño pueblo llamado Nosedónde , su nombre era Rosalinda de los Vientos Prado y tenía el particular don de saber todo cuando ocurría a su alrededor. Nunca hubiera podido saber que temperatura hacía en Budapest, pero sin dubitar un segundo podía recitar la fecha de los cumpleaños de todos los niños presentes, casi como si lo hiciera de memoria.
El flechazo fue instantáneo, apenas entró a la habitación se miraron y Rosalinda flotó también...y con ella flotaron todos y cada uno de los presentes...
martes, 8 de enero de 2008
El espacio y el tiempo del amor
"La formas que el viento provocaba en su pelo me llegaban hasta lo mas profundo de mi ocèano"
Alrededor de las seis de la tarde me fui del trabajo y pasé por el supermercado, compré algunas especias, verduras y carne de cordero. también compré una botella de vino tinto Malbec, de las pitucas. Esas que tienen la etiqueta escrita en mas de un idioma.
Continue de camino a casa a esperarla a ella, pasè por una florerìa y le comprè el ramo de flores mas colorido y grandote que encontrè, adentro mìo sabìa que le iba a fascinar.
Entre a mi casa y me dispuse a cocinar, bah, cocinarle a ella. Habìa decidido que esa noche iba a ser toda para ella.
Saquè a relucir lo mejor de mi vieja colecciòn de vinilos y puse algunos discos de Joan Baez para amenizar la velada...
Cuando faltaba poco para que la comida estuviese lista llegaron las nueve de la noche...
La ansiedad se adueño de mi....y cuando se me hizo un nudo en la garganta sonò el timbre, seguro que era ella.
viernes, 4 de enero de 2008
La cueva de los siniestros
Ella
Su pelo rojizo hacía las veces de techo de un edificio con la particularidad de poseer una belleza comparable solamente al Tah Majal, la torre Eiffel o un panal de abejas del Africa Subsahariana. Su belleza era, era, era…como decirlo? Insostenible….por momentos hasta insoportable…., sus ojos invitaban al mas hermoso de los placeres, su nariz parecía hecha solo para percibir aromas deliciosos, sus labios para besar al mas apasionado de los amantes, sus pechos para amamantar a la mas preciosa de las familias….y sus piernas…permítanme hacer un punto aparte solo para ellas.
Voy a detenerme un instante en sus piernas, la manera en que servían de sostén a ese maravilloso cuerpo, la gracia como rasgo distintivo en un andar que destilaba suficiencia por donde se lo observase… Sus piernas largas, hermosas rompían la horizontalidad del suelo con una elegancia digna de las cortes del reino francés de finales del siglo dieciséis. Para coronar tanta preciosura, resplandecían sus rodillas y como si a esas maravillosas rodillas les faltase algo, el observador minucioso podrá encontrar que, muy pequeña y de costado, asomaba una mancha de nacimiento que se aparecía con la forma del rostro del Che Guevara, guiño de la genética para tan fantástica criatura.
Su forma de expresarse hacía pensar a uno que el mundo estaba hecho solo para ser feliz, que la alegría y el desenfado eran destino obligado en la vida de todos y cada uno de sus interlocutores…la frescura de un simple saludo suyo tenía el poder de cambiarle el día a cualquiera.
La cueva de los siniestros elegantes
Corría una leve brisa que inútilmente trataba de apagar los cuarenta grados de sensación térmica, sus manos y sus ojos estaban sintonizados en una sola dirección, el odio y la ira. La sola idea de pensarla con otro hombre lo volvía loco, la forma en que sus manos estarían tocando su cintura, su pelo, su rostro…
Trató en vano de distraerse haciendo alguna tarea doméstica, de esas “eternamente postergables” como ordenar los placares de la ropa de los abuelos, limpiar la baulera o tirar viejos trastos a la basura.
La tarde se le arrimaba y con ella la desesperación decía presente, ahora la idea de la infidelidad tomaba una forma mas concreta, ya no era un hombre, sino que era un tipo…se llamaba “I. Aderself” o por lo menos así firmaba todas las cartas de amor que le dejaba en el buzón los primeros Martes de todos los meses impares….Por supuesto esto lo sabía porque la espiaba, conocía todos sus movimientos…sus idas y sus vueltas, todas y cada una de las actividades de ella eran monitoreadas de cerca por una suerte de vigilante polimórfico que estaba alojado del lado de adentro de mi parietal izquierdo…